viernes, 18 de marzo de 2016

EL MEJOR AMIGO DEL NIÑO



Ahora que he pasado por las dos experiencias, puedo corroborarlo. Lo más parecido al amor que despierta un hijo es el amor que uno profesa por su perro. Puede sonar raro, pero entre un cachorro de humano y un can no existen tantas diferencias. Tanto el bebé como el chucho te necesitan para sobrevivir y dependen de ti para cubrir sus necesidades básicas: alimento, cobijo y aseo. Nada en comparación con lo que ellos te dan. Te quieren de una forma incondicional, sin importarles tus errores, manías o defectos. Te enseñan a valorar lo importante. Te requieren para jugar en el momento más inoportuno y consiguen darle la vuelta al peor de los días. Por lo demás, uno ladra y el otro llora, pero los sentimientos que provocan son muy similares. Cuando me quedé embarazada, la gente me preguntaba qué pensaba hacer con Blues. “Tendrás que regalarlo”, me sugerían algunos (que nunca han vivido con un perro, obviamente). Más allá de agenciarme una buena aspiradora, yo no veía ese problema de convivencia que otros detectaban.

Aunque confieso que me aterraba el primer encuentro. Me preguntaba si Blues, un perro de 30 kilos con un carácter algo caótico, lo acogería bien o lo recibiría con desconfianza. Consulté a veterinarios y adiestradores, todo coincidían. Deja que lo huela, observa al perro y actúa con naturalidad. Eso hice. Once meses después, el niño gatea por toda la casa persiguiendo al perro que paciente y resignado, va cambiando de rincón; le estira de las orejas, le golpea la cabeza y si me descuido, comparten algún que otro juguete. Las mayores carcajadas del bebé se las provoca el perro. No puedo imaginar una forma mejor de que mi niño aprenda a respetar a los animales y descubra la lealtad, la alegría y el cariño de un perro que criándolos juntos.

Publicado en Las Provincias el 11/3/2016

No hay comentarios:

Publicar un comentario