viernes, 19 de febrero de 2016

LA COLA DEL BAÑO



Hay pocos lugares más adecuados para percibir el paso del tiempo que la cola del baño de un garito de moda un viernes de madrugada. 4:00 am. Una de mis amigas y yo abandonamos la pista de baile para ir a hacer pis. Al menos hay diez chicas esperando para un único lavabo. Ciertas cosas nunca cambian. Aprovechamos el momento para bajarnos de los tacones y volver a pintarnos los labios rojos, que para eso estamos en Ruzafa. A los diez minutos ya nos hemos hecho amigas de las jovencitas de al lado. Las colas de un baño de madrugada tienen ese poder. Mi amiga les cuenta que viene del concierto de Víctor Manuel que esa noche actuaba en el Palau de les Arts. La miran como si un entomólogo acabara de descubrir una especie de insecto con dos cabezas. “¿Víctor quéeeee?”, pregunta una. “Miralá, miralá, miralá, miralá…” Les cantamos “La puerta de Alcalá” casi entera sin ningún efecto. Como cuando mi abuela me hablaba de Imperio Argentina.

Al volver a la pista, nuestras nuevas amigas no se separan de nosotras. Les debemos hacer gracia porque hacemos el imbécil al mismo nivel que ellas, pero con quince años más y sin ninguna vergüenza. De pronto, el disc jockey pincha un tema que hace que el público enloquezca. “Griegos, romanos, son todos humanos”, escupen los altavoces mientras el grueso de la discoteca corea la letra y baila hipnotizado. Intento averiguar si las jovencitas conocen alguna de David Bowie, pero el electro latino se ha apoderado de ellas y ya no nos hacen caso. Solo perrean. Suena otro hit. Les pregunto quién es. Me hablan de una tal Ylenia, alguien que debe su popularidad al programa de televisión Gandía Shore. Me dirijo a la barra y me tomo dos chupitos de trago antes de irme a la cama. Y me acuerdo de por qué ya no salgo hasta tarde.



Publicado en Las Provincias el 12/2/2016

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