viernes, 11 de septiembre de 2015

LA TERCERA FASE



Superadas las dos primeras fases de la maternidad, es hora de volver a retomar ese otro mundo al que pertenecías. El mundo cotidiano, lleno de prisas, preocupaciones y rutinas sigue prácticamente intacto. Si la fase 1 es un periodo donde abundan las dudas, los temores, los altibajos y en el que se pasa mucho sueño, es en la fase 2 cuando una empieza a disfrutar de su reciente condición. Ya no compruebas cada diez minutos si el bebé respira, su peso sigue su curso natural y dejas de preocuparte por cualquier nimiedad. Aprovechas cualquier hueco para dormir, pero sigues teniendo sueño. Una vez crees que lo tienes todo controlado, la veleta vuelve a girar y entras en la tercera fase. Días antes de incorporarte al trabajo no piensas en otra cosa que no sea la separación, que en tu mente traicionera es desgarradora y dramática. Te fustigas con toda clase de hipotéticas situaciones que puede sufrir tu hijo y te tortura un enorme sentimiento de culpa.


Crees que deberías haber pedido a la empresa unos meses más de permiso sin sueldo. Crees que las personas a las que confíes su cuidado no sabrán arreglárselas.  Pero llega el día, te vas de casa con el corazón encogido y reanudas tus tareas laborales con una normalidad sorprendente. Después de revisar trescientas veces el Whatsapp y convencerte de que tu niño está en buenas manos, por fin te relajas. Al tercer día, ya no te acuerdas del hueco que deja su ausencia. Los mails, las reuniones y el trabajo atrasado no te lo permiten. De pronto, mientras tomas un café con los compañeros, agradeces poder hablar de otra cosa que no gire en torno al universo bebé y te das cuenta de lo bueno que es para tu cabeza olvidarse durante unas horas del niño. Sigues teniendo sueño, pero te convences de que dormir está sobrevalorado.  

Publicado en Las Provincias el 11/09/2015

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