Me pregunto muchas veces por el
origen de ese fenómeno conocido popularmente como memes que inunda el mundo virtual en el que vivimos haciendo mofa
de cualquier asunto que en ese momento se encuentre en el candelero. Montajes
de fotografías, algunas básicas y otras muy curradas; remixes de canciones o
vídeos que acaban siendo el centro de atención de cualquier encuentro entre
amigos, incluso aplicaciones móviles con muchas horas de trabajo detrás con las
que puedes convertirte en zombi o hacerte una fotografía junto al pequeño
Nicolás. En cuanto hay algún tema al que se le puede sacar punta, se pone en
marcha la maquinaria y en un tiempo récord, tu móvil, tu Facebook y tu cerebro se
llenan de ese material efímero resultante de pasar la actualidad por el tamiz
del humor y el sarcasmo. Puede ser basura digital que durará lo que se tarda en
presionar la tecla de borrado, pero en ocasiones, son auténticas muestras de
ingenio.
Me asombra que solo media hora
después de que la alcaldesa destrozase el diccionari
de la llengua valenciana, las redes sociales se hubiesen apropiado del término
caloret produciendo en masa toda clase de chistes que
se difundían como la pólvora, como si de un virus letal se tratase. La imputación de la Infanta, el ya citado Nicolás, el ministro griego Varoufakis, la proclamación de los Reyes, las famosas frases de Julio Iglesias o las 50 sombras de GreyL. Nadie ni nada está a salvo de
acabar convertido en un meme. ¿Quiénes
son los responsables de hacerlo? ¿Por qué tienen tanto tiempo libre? ¿Cómo son
tan rápidos? ¿Qué pasaría si dedicasen ese talento en hacer algo útil? y sobre
todo ¿Cuánto tiempo productivo ganaríamos si desapareciesen? Sin ánimo de ser
aguafiestas, puede que el PIB nacional se incrementase una o dos décimas.
Publicado en Las Provincias el 6/3/2015
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