domingo, 15 de febrero de 2015

UMA Y EL VAGABUNDO





Le he visto varias veces mientras volvía del trabajo. Parado frente al pequeño espejo de la cabina de fotos de carnet que hay en la puerta de la autoescuela, se mira y con un peine al que le faltan varías púas trata de poner en orden la maraña de mugre en la que se ha convertido su pelo. Me infunde ternura ver esa estampa en la que el vagabundo de mi barrio, con su chaqueta roída, su pantalón lleno de manchas y sus uñas negras se preocupa, además de por recoger unas monedillas, por su desaliñado aspecto. Intentando recomponer su deteriorada imagen, este señor busca recuperar una pizca de una vida pasada, más digna, menos cruel. La apariencia y el aspecto físico son importantes, sobre todo para sentirse bien con uno mismo, sin embargo se ha instaurado una tiranía en la sociedad donde la belleza y la delgadez tienen más éxito que el talento y la inteligencia.
Parecía que la misma razón por la que el vagabundo de mi calle se adecenta, pero a otra escala a miles de años luz, había arrastrado a la actriz Uma Thurman a estrenar cara nueva esta semana. Una práctica que llevó a René Zellweger a transformar sus facciones hace poco y a Mickey Rourke a destrozarse directamente la cara. La señorita Thurman sorprendió a todos en el estreno de su última serie con un rostro irreconocible que hizo correr ríos de tinta y enfureció a sus fervientes fans. Sin embargo, ayer su maquillador explicó que la transformación había sido solo efecto de un nuevo maquillaje que él definió como “chic parisino natural”, imagino que para descojonarse del personal. ¿Acción de marketing para promocionar la serie? ¿Bromita de la actriz para poner de manifiesto esa dictadura de la imagen? Sea como sea, me alivia comprobar que la Mamba Negra envejece con elegancia. Al menos de momento.
 Publicado en Las Provincias el 13/02/2015


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