viernes, 19 de septiembre de 2014

MUERTA DE HAMBRE


‘Muertos de hambre’ es el título de un vídeo que circula estos días por la Red en el que dos actores tratan de explicar el significado de ser artista y la importancia que el cine, la literatura o la música tienen en la sociedad.  Mientras lo veía, me acordé de un chico con el que salí cuando tenía 18 años. El chaval, que era un encanto, pertenecía a una familia acomodada que rezumaba pasta gracias a la empresa fundada por su abuelo. Un día, coincidimos con su padre y me lo presentó. Antes de despedirnos, el hombre me hizo una pregunta en tono de desprecio con la que resumió su filosofía vital. “Y tú, ¿para qué estudias periodismo? ¿Para morirte de hambre?”. Solo le faltó escupir al suelo. Desde la inconsistencia de aquella tierna edad no supe qué contestarle. Me di media vuelta y me fui a casa sintiéndome pequeña, diminuta. Para él, yo no valía nada porque no tenía apellido compuesto ni un futuro en el mundo de las finanzas o la construcción.

Han pasado 16 años y excepto durante un par de meses al poco de acabar la Universidad, siempre he trabajado de periodista y he tenido para comer, alquilarme un piso, comprarme un coche e incluso viajar por varios continentes. Uno cuando se decide por esta carrera asume que no se hará rico y que currará más horas que lo que establece la ley. A cambio, si tienes inoculado el virus del Periodismo, este te ofrece maravillosas recompensas. Es cierto que la profesión no pasa por su mejor momento, pero yo no la cambiaba por ningún puesto directivo en el mejor de los Bancos. Por cierto, la empresa del padre de mi noviete de juventud cerró hace unos meses. Tuvieron que malvender el velero y el chalet de Jávea para pagar las deudas. Espero que a pesar de ello, nunca nadie le haga sentirse como un muerto de hambre.

Publicado en Las Provincias el 19/9/2014 

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