viernes, 4 de octubre de 2013

EL JARDINERO INFELIZ




La grandeza de viajar sin rumbo fijo reside en la posibilidad de tropezarte con historias extraordinarias que no vienen en ninguna guía de viajes. Hace unos meses, recorrimos durante unos días la Sierra de Gredos. Al dirigirnos hacia el Monasterio de Yuste, atravesamos un pequeño pueblo situado en la comarca de La Vera. Detuvimos el coche maravillados al contemplar que a ambos lados de la carretera, setos y árboles se convertían en un pasillo de esculturas vegetales que formaban figuras de lo más variopinto. Cabras montesas, conejos, caballos, formas geométricas imposibles, coronas, botijos… Una curiosa demostración de lo que es capaz un hombre con unas tijeras de podar y un poco de imaginación.  


 Al volver a Valencia, pregunté a un conocido que tenía familia por la zona acerca de la historia que encerraba aquel museo al aire libre. Me contó que hacía muchos años, un jardinero comenzó a moldear aquellas plantas. Nadie sabe a ciencia cierta la razón por la que el hombre comenzó ese trabajo de orfebrería vegetal, pero tal era su habilidad que la Casa Real requirió sus servicios para trabajar en los jardines de Palacio. El jardinero declinó tan suculenta oferta y siguió con su apacible vida rural. Tiempo después lo encontraron muerto dentro de su coche. El Eduardo Manostijeras cacereño se había quitado la vida.  Tampoco conoce nadie los motivos. Su labor fue continuada por sus discípulos hasta hoy.  Durante meses, estuve tentada en llamar al Ayuntamiento para confirmar la versión de la historia, pero ante el riesgo de que me diesen una explicación más prosaica y cercana a la realidad, decidí dejar de investigar y quedarme con esa frase mítica de ‘El hombre que mató a Liberty Balance’: Cuando la leyenda supera los hechos, publica la leyenda. 

Publicado en Las Provincias el 4/10/2013

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