viernes, 10 de mayo de 2013

SESENTA KILOS



Solo unos kilos marcan la línea que separa el infierno del paraíso. 60 para ser exactos. 60 mil gramos de cocaína pura que en el mercado negro alcanzará una cifra con la que asestar el golpe definitivo para dejar de pasear por el lado salvaje. 60 millones de miligramos que pueden suponer la salvación perpetua o la condena eterna. Un número por el que se mata o se muere. Los personajes que pueblan ‘Sesenta kilos’, la primera novela de Ramón Palomar, conocen su destino. Se han criado en las calles entre putas, borrachos, camellos y yonquis y están cansados de ver el final del cuento. Por ello no dudan en sobrepasar cualquier límite moral, legal, humano o divino para escapar de sus mugrientas vidas.
Palomar consigue acercarnos a ese mundo marginal que se rige por sus propias reglas y lo hace de una forma magistral con una historia sólida y de una intensidad abrumadora. Hasta el más pétreo de los lectores habrá tenido que parar a coger aire para enfrentarse a ciertos pasajes de la novela.  El columnista dibuja con excepcional tino una serie de personajes del lumpen más subterráneo. De entre ellos, mi favorito es el Sargento Ventura Borrás, un militar retirado “que decidió que su familia era la Legión” y cuya vida pasada y presente tiene un potente spin off, si es que en la literatura existe algo parecido. La relación que establece con Mauro destila una pureza que te reconcilia con la raza humana. También lo es el amor que se profesan Mauro y Amapola. Palomar muestra un breve destello de luz entre tanta podredumbre. Su pluma, siempre afilada y directa, ha logrado crear una de las mejores novelas negras de la actualidad. Si sigue así, tendré que reordenar mi librería y dejarle un hueco entre ilustres apellidos como Hammet, Thompson, Chandler o Ellroy.
Publicado en Las Provincias el 10/05/2013

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