viernes, 9 de noviembre de 2012

YONQUI DE LOS TAPONES


Los que dormimos con tapones para los oídos,  conocemos de sobra la dependencia que generan y lo indispensables que llegan a ser. La amiga que me introdujo en esta costumbre durante unas Fallas en las que no pegué ojo, tiene en su casa dos botes de 500 tapones cada uno. Harta de peregrinar por las farmacias en busca de su marca favorita, contactó con el distribuidor y terminó comprando al por mayor. Incluso después de levantarse, se olvida que los lleva y pueden pasar dos o tres horas hasta que vuelve al mundanal ruido.

Esta es la mejor  marca de tapones según mi amiga. Los has probado todos. 


Esta misma amiga se ha enamorado recientemente. Me contaba, con profundas ojeras pero con ese brillo en la mirada que provoca la pasión inicial, que le daba vergüenza confesarle a su nuevo ligue el hábito que practica antes de acostarse. Sobre todo, porque después de unas cuantas puestas, los tapones adquieren un colorcillo mostoso no demasiado agradable a la vista. Cada vez que pasan la noche juntos, además de las horas que le roban al sueño explorando la nueva geografía corporal, mi amiga se queda prácticamente sin dormir. A él por lo visto le pasa lo mismo, pero ella lo atribuye a la agitación amatoria. El otro día me la volví a encontrar. Tenía mucha mejor cara. Le pregunté si ya había solucionado su pequeño problema y me contó aliviada que sí, y que además su compañero no solo comparte con ella su hábito auditivo dese hace años, sino que además duerme con antifaz.   De ahí la vigilia que también padecía y que tampoco se atrevía a revelar.  Los principios de las relaciones son siempre excitantes,  palpitantes y electrizantes, pero cuando se pasa a la segunda fase, qué bien sienta la confianza que te permite ponerte el  pijama con agujeros y dormir a pierna suelta. 


Audrey Hepburn también dormía con tapones y antifaz en "Desayuno con diamantes" y seguía teniendo glamour. 

Publicado en Las Provincias el 09/11/2012


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