Mi amiga Blanca comparte piso en
la playa con tres personas más, dos hermanos varones y una chica bastante resultona.
La otra noche, unos amigos del equipo de rugby donde juegan los chicos fueron a
cenar a su casa. Mi amiga y su compañera no tenían planes, pero después de ver
el género, decidieron unirse a la velada. Salieron con ellos de copas y Blanca se
retiró pronto a dormir. Ya había amanecido cuando escuchó llegar a la tropa que
iba a su casa a tomarse la última. Por un instante los maldijo, pero recordó
otras noches similares en las que ella y sus amigas habían sido las causantes
del jolgorio y trató de volver a dormirse.
Al poco, alguien abrió la puerta
de su cuarto. Con la oscuridad no pudo reconocer la silueta, y se quedó
completamente inmóvil ya que con el calor se había acostumbrado a dormir
destapada y con solo un minúsculo tanga.
A un metro de ella, uno de los chicos de la fiesta le pedía balbuceando
que le diera un beso. Mi amiga pensó que
era una broma, pero el tío insistía. “Venga, dame ese besito que me has
prometido antes”. Blanca intentaba
decirle que ella no le había hecho tal promesa y que se largara de su
dormitorio. Ante la insistencia del Casanova, ella se tapó como pudo con la
sábana y encendió la luz. Al verla, al chico le cambió la cara. Se puso
colorado y con un inaudible “perdón” se largó de allí metiéndose sin querer en
el cuarto de baño antes de salir por la puerta de la habitación completamente
avergonzado. Cuando mi amiga por fin se levantó, su compañera le había dejado
una nota de avisando de que dormía acompañada. Parece ser que a pesar de la
cogorza, el tío terminó entrando en el dormitorio correcto.
Publicado en Las Provincias el 21/09/2012
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