viernes, 13 de enero de 2012

CURVAS PELIGROSAS


He seguido estos días con interés en el muro de un amigo de Facebook  un curioso debate en el que el tema a tratar no era otro que la proporción y embrujo del trasero de Christina Hendricks, esa actriz que da vida a la sensual secretaria pelirroja de la serie Mad Men y que ciñe vaquero como nadie en la portentosa “Drive”.  Esta diosa con piel de alabastro, mirada de acero y cabello incandescente gasta unos atributos, tanto en su parte frontal como en la posterior, generosos, epicúreos y de una voluptuosidad que deja a la altura del betún a cualquier bicho palo famélico que desfila por las pasarelas de Nueva York.   Entre el casi centenar de comentarios que generaron las nalgas de la Hendricks, hubo opiniones, como suele ser en estos casos, para todos los gustos. Algunos,  los menos, no se sentían atraídos por el canon de belleza rubensiana y apuntaban que la chica estaba gorda. “¿Gorda? Querrás decir bien proporcionada” contestaba otro de los participantes en la tertulia virtual, con los colmillos bien afilados. 



Después de leer lo que manifestó la mayoría, me alegró el constatar que todavía quedan muchos hombres a los que les gustan las mujeres de verdad, aquellas que nunca rechazarían una buena cena, con sus entrantes, su segundo, su postre y su vino, solo para mantener la línea e intentar alcanzar esa figura imposible con que los dioses han bendecido solo a una minoría. Las carreteras rectas son aburridas, monótonas  y  producen somnolencia, mientras que las curvas peligrosas suelen provocar en el conductor un subidón mucho más interesante. Aunque solo sea porque hay que buscar donde agarrarse.

Publicado en Las Provincias el 13/01/2012

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