viernes, 23 de diciembre de 2011

SOBRAN LAS PALABRAS

Sentada en la butaca, mientras asomaban los primeros títulos de crédito y las luces se desperezaban, no pude reprimir el impulso y me puse a aplaudir entusiasmada ante esa joya que acababa de contemplar. Como yo, muchos otros espectadores que el pasado domingo abarrotaban la sala, hicieron lo propio embargados por la emoción de haber visto algo grande. Y confieso que, a pesar de los elogios unánimes de la crítica internacional, acudí al cine con la desconfianza natural que produce meterte a ver una película muda y en blanco y negro. Pero la excepcional “The Artist”, lejos de decepcionar o aburrir, te atrapa desde el primer instante y te devuelve esa deliciosa sensación, tan escasa hoy en día desgraciadamente, que tiene la magia del cine con mayúsculas y que solo muy pocas películas son capaces de lograr. 



Reconforta además, asistir al hecho de que todavía exista gente que ve más allá de las normas,  de lo establecido, de lo comercial, y decide perseguir una idea calificada de “locura” según las palabras de los números productores que rechazaron el proyecto durante años. El loco se llama Michel Hazanavicius y su sueño le ha durado diez años. Por cierto que esos ejecutivos de la industria del celuloide deben estar maldiciendo porque el filme es carne de óscar por todos lados. En esta época de superproducciones, efectos especiales, explosiones y chorradas a tutiplén, eso sí, en 3 dimensiones, que alguien haya apostado por llevar a cabo esta maravilla me vuelve a reconciliar con el arte y el ser humano. Aprovechen estos días, y entre comilona y comilona, den esquinazo a la familia un par de horas y vayan a paladear este caramelito. Saldrán del cine mudos.  

Publicado en Las Provincias el 23/12/2011

No hay comentarios:

Publicar un comentario