Escucho esta pregunta a lo largo del días docenas de veces,
aunque con la voz a medio hacer de mi hijo y su aún precaria forma de
expresarse suena más a un “¿Quesh essho?”. Lejos de incomodarme por su
insistencia, me provoca una ternura desbordante. Nos interroga a mí y a su padre sobre la
existencia de cualquier cosa anodina para nosotros pero repleta de sentido en
su universo en miniatura. El patito de goma de su bañera, el charco de barro
donde se revuelca Peppa Pig, cada coche que pasa por la calle o las hojas de
los árboles en el parque. Leer más
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