EMPEZAR DE CERO
Mi
identidad digital ha sufrido un duro golpe en el último mes. Primero
trituré mi ordenador sin querer después de una caída letal y perdí
todo lo que había dentro. Los últimos seis años de mi vida se
esfumaron en el breve trayecto que separa la mesa de trabajo del
suelo de granito. Tuve una sensación parecida a la de la gente que
ha tenido experiencias cercanas a la muerte. En esos tres segundos vi
pasar todo el contenido del disco duro ante mis ojos. Una vez mi
amigo Santos, informático y mi ángel de la guarda cibernético,
certificó la defunción del portátil, el mundo pareció que se
derrumbaba. Pensé en las cosas importantes que guardaba: artículos
que tenía a medias, un par de facturas sin enviar, basas de datos
que había tardado años en recopilar, fotos que había guardado
para futuros post… Ha pasado un mes y he sobrevivido.
Esta
misma semana, otra vez sin querer (¿o fue quizás el
subconsciente?), eliminé todos los e-mails que guardaba en mi correo
electrónico de los últimos cinco años. Dos mil y pico e-mails
absorbidos por el agujero negro de la red. Pude recuperar los
imprescindibles, confirmaciones de billetes de avión, reservas de
algún hotel y entradas que había comprado y que creí que
almacenándolos en el e-mail estarían a salvo. Podía haber
recuperado más, pero decidí que lo que no había necesitado en los
últimos tres meses, no servía para nada. Y así fue. La luna no se ha salido de su órbita y Wall Street no se ha desplomado con la
pérdida de mi vida online. Me siento más ligera, como cuando uno
hace una mudanza y se deshace de la mitad de las cosas. Me
recomiendan que a partir de ahora haga copias de seguridad, pero yo
tengo mis dudas. Eliminar toda la basura digital acumulada y empezar
de cero de vez en cuando es liberador.
Publicado en Las Provincias el 14/10/2016
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