viernes, 13 de abril de 2012

TEMPORADA DE CAZA

“Mi hermano se casa”. La noticia me la da una buena amiga a través del teléfono. Me alegro inmediatamente y felicito a Ana que sin embargo no parece nada entusiasmada. Rápidamente hago un repaso mental de las circunstancias de su familia a la que conozco desde hace 20 años y no detecto nada que arroje una pista de la amargura que transmite su voz. La chica con la que se casa es una tía estupenda con la que el hermano de mi amiga lleva saliendo 8 años. Yo, que no soy nada fan de las bodas, creo que es una de esas pocas parejas que no engordará las estadísticas de las separaciones y con una pizca de suerte, conseguirán ser felices uno al lado del otro. Se lo transmito a Ana para tranquilizarla, pero al otro lado del teléfono un volcán en erupción comienza a vomitar magma dialéctico.
 “¿Te das cuenta? Es mi hermano pe-que-ño. Nos llevamos cinco años y se casa antes que yo y lo peor es que voy a ir a su boda soltera. ¡Soltera! Voy a ser la Bridget Jones del evento. Todos me mirarán con pena”, me dice desconsolada. Suelto una fuerte carcajada que parece irritar todavía más a mi amiga.  Creo que si fuese al contrario, cualquier hombre en sus circunstancias estaría encantado de acudir sin pareja al festejo y así poder tantear a todas las damas de honor, amigas y compañeras de trabajo de la novia. En algunos aspectos, las mujeres somos un poco idiotas.  Así se lo digo pero no parece convencerle mi reflexión. “A Dios pongo por testigo que a esa boda iré acompañada. La cacería empieza este fin de semana. Así que prepárate, que vas a acompañarme”, sentencia Ana. Me da una especie de escalofrío, pero por una amiga, lo que sea. Tendré que ir afilando el machete. 

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