viernes, 23 de octubre de 2015

NO SOY PILARISTA


Estudié en el colegio del Pilar de Valencia, pero nunca me sentí pilarista. Puede que no me identificara con ese sentimiento debido a que solo estudié allí tres cursos, o porque cuando pasé por sus aulas, con 14 años, estaba en esa fase de la adolescencia en la que una se rebela contra todo o simplemente porque vivía lejos.  No era mi barrio ni mi gente. De aquella época me quedan tres grandes amigas, un puñado de bonitos recuerdos y el poso que dejaron dos profesores de literatura. Pese a no compartir su ideario religioso, me gustó la educación recibida. Sospecho que porque fui una buena alumna. El nivel académico era alto y al estudiante díscolo y poco aplicado lo invitaban amablemente a probar otros centros que se adaptaran mejor a su capacidad.

Esta semana recibí un mensaje en el móvil alentándome a apoyar una campaña en defensa de la institución donde estudié, después de que Jordi Évole anunciara que el programa que dirige se centrará este domingo en el Pilar de Madrid, colegio que ha acogido a las grandes élites de este país.  En el mensaje animan a que “nadie manche la memoria de nuestro colegio” y a mostrar nuestro apoyo para que el hashtag #SoyPilarista se convierta en trending topic. Pasado mañana, pase lo que pase en Salvados, los que se definen como pilaristas verán el programa con las uñas afiladas. No criticarán el trabajo periodístico que saldrá en pantalla. Cargarán contra una cadena con la que no comulgan y contra un periodista al que aborrecen, precisamente por hacer bien su trabajo. Me llama la atención que la persona que me pasó el mensaje fue una de las que en su día fueron expulsadas del colegio y echaba pestes del mismo. Qué efímera es la memoria y qué extraña la necesidad del ser humano de sentir que pertenece a un grupo. 
Publicado en Las Provincias el 23/10/2015

No hay comentarios:

Publicar un comentario