viernes, 6 de junio de 2014

Y YO CON ESTOS PELOS


Nos guste o no, la vida de una mujer está ligada ad eternum a tres personas sin las que nuestra existencia sería algo más ardua. No hablo de la madre, la amiga íntima o la pareja. Insustituibles, sobre todo las dos primeras. Me refiero a esos profesionales que por unos u otros motivos se tornan indispensables. Una mujer puede vivir perfectamente sin mantener una relación cercana y duradera con su mecánico, su carnicero o su psicólogo, pero jamás podrá tener una vida apacible sin las visitas regulares a su ginecólogo, su esteticista y su peluquero. Son la Santísima trinidad de la subsistencia femenina. Del imprescindible trío, un peluquero con el que conectes es, sin duda, el más difícil de encontrar.

Conozco a pocas mujeres que estén contentas con su pelo. Las rubias quieren ser morenas, las de pelo rizado se mueren por lucir melena de Pocahontas mientras que las de cabello lacio desean el rizo y volumen del rey de pop en los JacksonFiveUna señorita podrá cambiar de novio, de gimnasio o de crema hidratante cuantas veces quiera, pero si encuentra un peluquero que la entienda, le jurará fidelidad eterna. No es nada raro pedirle a tu peluquero un cambio de look radical tras una ruptura amorosa creyendo que cambiando de pelo, cambiaremos de vida. “Toñi, mi novio me ha dejado. Hazme el ultimo peinado de Rihanna”. Si es una buena profesional, tratará de disuadirte en esos momentos de enajenación mental. En mis tres últimas visitas, y sin desengaño sentimental de por medio, le pedí a la mía el corte de Scarlett Johansson, el de Keira Knightley y el de Michelle Williams. Hizo su trabajo a la perfección, pero algo falló porqué en lugar del aire francés de Jean Seberg en “Al final de la escapada”, me parezco más a Eva Hache. Menos mal que el pelo crece.

Publicado en Las Provincias el 6/6/2014

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